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jueves, 15 de marzo de 2012

El problema del código mental

Por: Lic. Federico González

En la literatura reciente en neuropsicología cognitiva se suele invocar la idea de un código mental. A veces, tal idea se expresa en términos de una análoga: el código neural.

En términos generales, parecería que el objetivo a lograr radicara en el hallazgo de algún género de correspondencia entre la actividad neural y su eventual correlato sobre la actividad mental.

No habría entonces un solo problema referido al código mental o neural sino una familia de problemas, en la medida en que podría plantearse tanto la existencia de un código mental, de un código neural y, finalmente, de un tercero que uniera a los anteriores.

Por todo esto, resulta evidente que la idea de un código mental se presenta de un modo vago ambiguo y elusivo. En el espacio de sus posibles significados a veces el concepto de código mental se vincula al problema de la existencia de un lenguaje del pensamiento. Alternativamente, en otros contextos más inherentes a la neuropsicología, el código mental parece ser la expresión visible de un ensamblaje de actividades neuronales capaces de producir distintos fenómenos propios de la esfera mental.

Sin embargo los pretendidos hallazgos referidos al hipotético código distan mucho de aproximarse a lo que desde una perspectiva pre teórica parecerían ser las notas distintivas involucradas en ese concepto.

Así, una buena analogía para clarificar el anterior problema puede encontrarse en el ámbito de la biología, a partir del concepto de código genético. Aquí la idea de código parece remitir claramente a la existencia de un alfabeto que correspondería a un conjunto finito de entidades y/o sucesos básicos cuyo ensamblaje daría cuenta de toda la diversidad del mundo biológico.

Lo anterior conduce, en términos metafórico, a la idea de la existencia de dos procesos relacionados pero diferenciables: la lectura y la escritura metal.
En efecto, haber comprendido la naturaleza del código genético ha posibilitado dos logros: por un lado, comprender la especificidad de un sistema biológico  (en la medida en que constituiría la resultante de un ensamblaje de combinaciones de un código/alfabeto subyacente); y, por otro lado,  la posibilidad de poder manipular aspectos específicos de tales sistemas vivientes (en la medida que al conocer las reglas determinantes del código se las puede aplicar a efectos de modificar los sistemas resultantes).

Otro significado alternativo del concepto de código en el ámbito de la biología, puede entenderse en tanto conjunto de reglas cuya aplicación permite la realización de un determinado artefacto propio del dominio (en este caso biológico). Así, la posesión del código conferiría, en teoría, la posibilidad de diseñar en forma voluntaria sistemas y/o subsistemas artificiales.

En contraposición, para los dominios de las neurociencias y la psicología, aunque los propósitos finales parecieran ser los mismos (comprender y operar sobre la realidad), los intentos realizados hasta el momento distan mucho de poder postular algo análogo a un código en tanto alfabeto explicativo y constructivo en base a reglas de producción para operar sobre la realidad mental.

De modo velado pareciera existir una especie de paradoja respecto a las pretensiones que alimentarían la búsqueda de tales códigos y las implicancias más literales de su eventual hallazgo que, en última instancia, conducirían a la doble posibilidad de leer la mente y/o escribir sobre esta.

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