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domingo, 16 de julio de 2017

Las ilusiones del Transhumanisto (texto)

Las ilusiones del Transhumanisto (texto)
Federico González

El transhumanismo es una rama de la filosofía cuyo propósito final radica en el logro de mejoras superlativas de las capacidades humanas, tanto físicas como mentales, a través del uso del conocimiento científico y tecnológico. Pero, además, cabe agregar que el transhumanismo expresa una actitud existencial profunda a la que podría caracterizarse como optimismo radical.
Nick Bostrom (2005) aporta la siguiente definición: “el transhumanismo es tanto un concepto filosófico como un movimiento intelectual internacional que apoya el empleo de las nuevas ciencias y tecnologías para mejorar las capacidades mentales y físicas con el objeto de corregir lo que considera aspectos indeseables e innecesarios de la condición humana, como el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento o incluso en última instancia la mortalidad. los pensadores transhumanistas estudian las posibilidades y consecuencias de desarrollar y usar la tecnología con estos propósitos, preocupándose por estudiar tanto los peligros como los beneficios de estas manipulaciones.[i]”
La anterior definición resulta útil para comprender que el transhumanismo  no se presenta como una nueva  utopía de carácter acrítico, sino al modo de un realismo posible no exento de complicaciones y peligros.
Tal como expresé alguna vez, creo que resulta atinado sostener que el transhumanismo es tanto la rama más científica de la filosofía como la vertiente más filosófica de la ciencia.
Personalmente,  simpatizo con la línea general propositiva del transhumanismo. pero reconozco una ambivalencia profunda respecto a su eventual concreción. como toda idea emparentada a lo que suele denominarse “progreso”, resulta difícil dirimir entre los posibles beneficios y perjuicios.
Sin duda la utopía transhumanista promete múltiples cielos terrenales, tan fáciles de imaginar cómo los posibles infiernos alternativos.
A modo de “encuesta” por cierto asistemática (basada en una muestra de personas a de mi conocimiento)  he observado que, salvo en el minoritario subgrupo afecto al futurismo científico-tecnológico, el programa transhumanista genera escaso entusiasmo, acompañado por sentimientos que tienden a oscilar entre la indiferencia y el rechazo. 
Me aventuraría a sostener que la indiferencia suele asociarse con la incredulidad o la escasa probabilidad que se le atribuye a la empresa transhumanista (vg. “no creo que eso llegue a ocurrir”, “si ocurriera, yo no estaría aquí para poder verlo”).
En cambio, el rechazo parece mejor relacionado con una aversión visceral a lo que signifique desvirtuar nuestra natural esencia humana.
Paro comprender mejor el trasfondo de esa tensión conviene precisar las promesas y los temores alrededor del controversial movimiento que se viene analizando.
Digámoslo de modo simple y elocuente: el transhumanismo nos promete, entre otras logros,  prolongar de modo creciente e indefinido la duración de la vida humana, atemperar el sufrimiento, aumentar las capacidades intelectuales, incrementar la capacidad de experimentar estados placenteros, etc.
La singularidad de esa promesa es que no refiere a hipotéticas vidas después de la muerte, tal como se ha venido predicando en muchas religiones desde tiempos inmemoriales.  por el contario, se sostiene la importancia de considerar seriamente la posibilidad fáctica de aquellos logros.
Para comprender mejor la naturaleza de los sentimientos antagónicos que suscita el transhumanismo resulta importante destacar el énfasis con que expresa su ideario. al fin y al cabo, el programa transhumanista podría considerarse como una versión remozada de humanismo convencional (en la medida en que cuestiones como la lucha contra el sufrimiento y la enfermedad, etc. siempre han estado incluidas dentro de las preocupaciones humanistas) no obstante,  la diferencia es un énfasis expresado en una intensidad:  obviamente, no es lo mismo luchar contras las enfermedades que aspirar a una longevidad de 500 años.
De modo que la radicalidad del programa transhumanista se expresa con elocuencia por la magnitud de sus objetivos. en efecto, aspirar a objetivos de ese tenor supone un diagnóstico previo de las leyes de la biología y psicología humanas naturales a las que, de algún modo, habría que violar para avanzar hacia el logro de una evolución posible catalizada por la aplicación del saber científico-tecnológico.
Y eso es lo que constituye la grandeza y la miseria de la propuesta transhumanista: el logro de ese humano mejorado con capacidades extraordinarias aparece como la contrapartida aquello que concebimos como esencialmente humano.

Lo transhumano, lo post-humano,  representarían entonces una extraña amalgama entre cielo deseados e infiernos temidos cielos e infiernos posibles que quizás la humanidad futura deberá explorar en su incesante búsqueda de aspirar a emular a los dioses.

Danzas telepáticas

Danzas telepáticas

 Federico González


Todo parecía ir bien, más allá de la tragedia. Naomi podía ahora comunicarse a través del extraño artilugio. Nunca pensó que aquellas tediosas horas dedicadas a aprender el inasible alfabeto serían, años después, su único puente hacia los otros. 

Con Lucas se conocieron en aquella kermese. Lucas no podía comprender por qué Verónica, la mamá de su novia, la había bautizado con ese nombre para él tan distante. En cambio “Nao”, como le gustaba decirle, era el sonido perfecto para señalar la ternura desbordante que ella le inspiraba. La novia de los besos con gusto a chocolate. Peluches y flores. Caminatas tomados de la mano. Risas y sonrisas. Eran de otra época. Iban cantando el milagro de su felicidad radiante. Nao era azules. Puros azules. Amor florcita.

Demasiada dicha para ser verdad. “¿Por qué debe ser así?”, se preguntaba Lucas, mientras esperaban el parte médico. Las horas de angustia. El gesto severo del Dr. Rizzo. Era irreversible: el accidente había afectado todos los centros motores. La frase hirió el corazón de Lucas como un látigo de acero: “Síndrome de enclaustramiento: solo podrá abrir y cerrar los ojos; pero nada más”.

Les costó conectar. Nunca sabrán si fue por fallas en la interfaz o porque simplemente Nao se extravió en insondables abismos  de silencio. Claro, el 23 de setiembre no era un día más. Lucas conservaba la entrada de $5: “Gran Kermese Los Cielitos – 23 de setiembre de 2017”. En el monitor se dibujó la palabra mágica: “Hola”. Y después las otras: “Hola mi amor”; “¿Qué me pasó?”; ¿Dónde estoy?”.

Los médicos aconsejaron prudencia. Pero los corazones de los amantes tienen vocación de caricia. Sed de palabras. Todas las palabras. Danzas de corazones acariciando los frágiles soles.
Meses tristes y dorados. Dorados y tristes. El amor que es palabra. La palabra que es el amor. Amores sin cuerpos pero con la magia del nombre. “I love you”. “je taimé”. “Me gustás”, como se decía antes. “Te pondrás bien”. “Están ensayando un nuevo modo para reparar las conexiones”. “Mielinización regenerativa”. “Dendritas artificiales”. “Mi amor: siempre estoy con vos”.

"¿Por qué ni eso?". "Si no le hemos hecho mal a nadie". "Nao, Nao: ¿Por qué te me escapás de nuevo?". "¿Y ahora cómo te encontraré?". El Dr. Rizzo fue taxativo: la inervación de los párpados había colapsado también. “Hay apenas un caso en un millón. No hay nada que hacer: Nao ya no volverá”. Hasta que finalmente se quebró: “Recen por Nao. Ya no es vida”

Anduvo perdido por varias semanas. Corazón enamorado tocado por la daga del dolor. "Nao". "Nao". "¿Dónde estás Nao?". Ríos de lágrimas. Noches sombrías. Hasta que decidió salir de su laberinto.

Tsukuba quedaba a tres horas al sur de Nagasaki. El Dr. Nario Obaky se lo explicó con detalle. “Codificación inversa” era el nombre del pasadizo mágico. Los ensayos de laboratorio eran promisorios. El caso de Nao calificaba con un coeficiente de adecuación del 98%. Obaky le confesó que parecía haber trabajado para ella. Si no, no se explica por qué había ido por un camino tan sinuoso. Obaky le habló de la inasible presencia del tao. Lucas asintió con la fe del converso. Podían comenzar los ensayos en una semana. Obaky se despidió confesando que uno de sus sueños de viajero era conocer las cataratas del Iguazú. Lucas prometió acompañarlo.

Si se puede decodificar el pensamiento, también se puede codificar. Leer la mente y escribir en la mente. Toda escritura es una especie de viaje. Al fin al cabo es lo que hacemos cuando escribimos y alguien nos lee. Telepatía mediatizada por grafemas. Lo mismo que hablar. Sentimientos que se transforman en sonidos. Sonidos que viajan por el aire. Cadenas de transformaciones hasta llegar a ser pensamientos, emociones, caricias en el ser.

A Lucas le gustaba decir que se tocaban en el alma. El amor es una ráfaga de bien que inunda el ser. Aprendiz de poeta. Nao escuchaba. Nao decía que le gustaba tejer cielos bordados con las letras de Lucas y de ella. Nao era celestes y azules. Como sus ojos. Lucas era negro intenso. Como su pelo. Claroscuros de azules. Nao tejía filigranas de viento y ternura. Ahora Lucas recordaba aquellas tardes junto al río tomados de la manos, mientras fantaseaba con tapices multicolores. Formas aladas. Círculos. Semicírculos. Puentes. Puentes. Tapices de puentes. Un puente alado de azules para tocarse más allá de las palabras. Emociones sin verbo. Sentimientos despojados de las palabras.

Obaky lo explicó sencillo: “la palabra es el último escalón de la cadena”. Antes es el reino de la idea. Y de la emoción. Idea y emoción en una amalgama perfecta. Como las filigranas de Nao. Como los tapices de Lucas. Solo después se transforma en palabra. Milisegundos. “Seteamos el escáner a escala de nanosegundos y entonces lo capturamos”. Viaje al corazón de la mente.

“Un himno sin sonido, sin voz y sin palabras que encierre sentimientos de amor y de nostalgia”. Lucas apenas vio alguna película del “gitano” Sandro en ese canal de revivals. Pero no sabe por qué “se le pegó” la letra de aquella canción gitana. Era eso: el himno sin sonido que portaba emociones. Un extracto de amor en estado puro, pensó. Pero, “¿cómo sentiría la presencia de Nao?”. ¿Cuál sería el feedback que indicaría que la conexión existió?. “Si Nao realmente conectara, ¿cómo se daría cuenta?”, se preguntó a sí mismo?. Puentes de ida y vuelta. O un espacio único, más allá de los puentes. Zona de encuentro. Comunión de las almas.

Lucas no podía resolver el enigma. Y sospechaba que Obaky ni siquiera lo había imaginado. Porque: ¿de qué serviría que Lucas estuviera allí si no sabría lo que sentiría Nao?. ¿Y si le preguntaba? 

¿Cómo sería preguntarle a Nao?, inquirió Lucas a Obaky. El japonés lo miró fijo, como desafiándolo. “Es sencillo. Es tan simple que resulta inconcebible que no la haya pensado antes. Es telepatía pura. Es cómo un diálogo, pero sin palabras". Obaky continuó: “Lucas le dice a Nao que solo piense. Que piense más allá de las letras. Que piense y responda si está ahí. Si quiere comunicarse”. Ya no hará falta deletrear. No a los alfabetos de artificio. Solo pensar y sentir. Lucas solo tiene que oficiar de intérprete. Como cuando se habla con un extranjero: “entendí esto”. Lucas le dice esto a Nao, pero con el pensamiento. Nao entonces confirma o —en caso de ser errónea la interpretación de Lucas— cambia el tono mental. Como cuando se ensayan nuevas palabras para transmitir la misma idea. Diálogo mental. Sin palabras. A puro pensamiento. A puro sentimiento. Danza telepática.

Han pasado meses. Años. Obaky ganó el Nobel. El título del paper fue: “Transducción telepática cerebro a cerebro anterior a la encodificación verbal." Se trató de uno de los trabajos científicos más citado en la historia de la ciencia. Casi como el original de Watson y Crick sobre la doble hélice del ADN.

La última vez que Lucas y Obaky se vieron fue en las cataratas. Obaky contemplaba exultante. Maravillado.

Lucas se conecta todos los días con Nao. A la mañana, a la tarde, a la noche. Bluetooth y la nube. Ciberespacio. Pero hay algo más. Danzas telepáticas para acariciarse las almas. Como delfines en el cielo. Nao y Lucas caminando de la mano. Como cuando iban al río. Ahora cantan con la mente. A pura emoción. Cataratas de amor. Se tocan con el alma. Se acarician. Bailan. Hacen el amor a puro cielo.
Para siempre.


FFG