Danzas telepáticas
Todo parecía
ir bien, más allá de la tragedia. Naomi podía ahora comunicarse a través del
extraño artilugio. Nunca pensó que aquellas tediosas horas dedicadas a aprender
el inasible alfabeto serían, años después, su único puente hacia los
otros.
Con Lucas se conocieron en aquella kermese. Lucas no podía comprender por qué Verónica, la mamá de su novia, la había bautizado con ese nombre para él tan distante. En cambio “Nao”, como le gustaba decirle, era el sonido perfecto para señalar la ternura desbordante que ella le inspiraba. La novia de los besos con gusto a chocolate. Peluches y flores. Caminatas tomados de la mano. Risas y sonrisas. Eran de otra época. Iban cantando el milagro de su felicidad radiante. Nao era azules. Puros azules. Amor florcita.
Demasiada dicha para ser verdad. “¿Por qué debe ser así?”, se preguntaba Lucas, mientras esperaban el parte médico. Las horas de angustia. El gesto severo del Dr. Rizzo. Era irreversible: el accidente había afectado todos los centros motores. La frase hirió el corazón de Lucas como un látigo de acero: “Síndrome de enclaustramiento: solo podrá abrir y cerrar los ojos; pero nada más”.
Les costó conectar. Nunca sabrán si fue por fallas en la interfaz o porque simplemente Nao se extravió en insondables abismos de silencio. Claro, el 23 de setiembre no era un día más. Lucas conservaba la entrada de $5: “Gran Kermese Los Cielitos – 23 de setiembre de 2017”. En el monitor se dibujó la palabra mágica: “Hola”. Y después las otras: “Hola mi amor”; “¿Qué me pasó?”; ¿Dónde estoy?”.
Los médicos
aconsejaron prudencia. Pero los corazones de los amantes tienen vocación de
caricia. Sed de palabras. Todas las palabras. Danzas de corazones acariciando los
frágiles soles.
Meses
tristes y dorados. Dorados y tristes. El amor que es palabra. La palabra que es
el amor. Amores sin cuerpos pero con la magia del nombre. “I love you”. “je
taimé”. “Me gustás”, como se decía antes. “Te pondrás bien”. “Están ensayando
un nuevo modo para reparar las conexiones”. “Mielinización regenerativa”.
“Dendritas artificiales”. “Mi amor: siempre estoy con vos”.
"¿Por
qué ni eso?". "Si no le hemos hecho mal a nadie". "Nao,
Nao: ¿Por qué te me escapás de nuevo?". "¿Y ahora cómo te
encontraré?". El Dr. Rizzo fue taxativo: la inervación de los párpados
había colapsado también. “Hay apenas un caso en un millón. No hay nada que
hacer: Nao ya no volverá”. Hasta que finalmente se quebró: “Recen por Nao. Ya
no es vida”
Anduvo
perdido por varias semanas. Corazón enamorado tocado por la daga del dolor.
"Nao". "Nao". "¿Dónde estás Nao?". Ríos de
lágrimas. Noches sombrías. Hasta que decidió salir de su laberinto.
Tsukuba
quedaba a tres horas al sur de Nagasaki. El Dr. Nario Obaky se lo explicó con
detalle. “Codificación inversa” era el nombre del pasadizo mágico. Los ensayos
de laboratorio eran promisorios. El caso de Nao calificaba con un coeficiente
de adecuación del 98%. Obaky le confesó que parecía haber trabajado para ella.
Si no, no se explica por qué había ido por un camino tan sinuoso. Obaky le
habló de la inasible presencia del tao. Lucas asintió con la fe del converso.
Podían comenzar los ensayos en una semana. Obaky se despidió confesando que uno
de sus sueños de viajero era conocer las cataratas del Iguazú. Lucas prometió
acompañarlo.
Si se puede
decodificar el pensamiento, también se puede codificar. Leer la mente y
escribir en la mente. Toda escritura es una especie de viaje. Al fin al cabo es
lo que hacemos cuando escribimos y alguien nos lee. Telepatía mediatizada por
grafemas. Lo mismo que hablar. Sentimientos que se transforman en sonidos.
Sonidos que viajan por el aire. Cadenas de transformaciones hasta llegar a ser
pensamientos, emociones, caricias en el ser.
A Lucas le
gustaba decir que se tocaban en el alma. El amor es una ráfaga de bien que
inunda el ser. Aprendiz de poeta. Nao escuchaba. Nao decía que le gustaba tejer
cielos bordados con las letras de Lucas y de ella. Nao era celestes y azules.
Como sus ojos. Lucas era negro intenso. Como su pelo. Claroscuros de azules.
Nao tejía filigranas de viento y ternura. Ahora Lucas recordaba aquellas tardes
junto al río tomados de la manos, mientras fantaseaba con tapices multicolores.
Formas aladas. Círculos. Semicírculos. Puentes. Puentes. Tapices de puentes. Un
puente alado de azules para tocarse más allá de las palabras. Emociones sin
verbo. Sentimientos despojados de las palabras.
Obaky lo
explicó sencillo: “la palabra es el último escalón de la cadena”. Antes es el
reino de la idea. Y de la emoción. Idea y emoción en una amalgama perfecta.
Como las filigranas de Nao. Como los tapices de Lucas. Solo después se
transforma en palabra. Milisegundos. “Seteamos
el escáner a escala de nanosegundos y entonces lo capturamos”. Viaje al corazón
de la mente.
“Un himno
sin sonido, sin voz y sin palabras que encierre sentimientos de amor y de
nostalgia”. Lucas apenas vio alguna película del “gitano” Sandro en ese canal
de revivals. Pero no sabe por qué “se
le pegó” la letra de aquella canción gitana. Era eso: el himno sin sonido que
portaba emociones. Un extracto de amor en estado puro, pensó. Pero, “¿cómo
sentiría la presencia de Nao?”. ¿Cuál sería el feedback que indicaría que la conexión existió?. “Si Nao realmente
conectara, ¿cómo se daría cuenta?”, se preguntó a sí mismo?. Puentes de ida y
vuelta. O un espacio único, más allá de los puentes. Zona de encuentro.
Comunión de las almas.
Lucas no podía resolver el enigma. Y sospechaba que Obaky ni siquiera lo había imaginado. Porque: ¿de qué serviría que Lucas estuviera allí si no sabría lo que sentiría Nao?. ¿Y si le preguntaba?
¿Cómo sería preguntarle a Nao?, inquirió Lucas a Obaky. El japonés lo miró fijo, como desafiándolo. “Es sencillo. Es tan simple que resulta inconcebible que no la haya pensado antes. Es telepatía pura. Es cómo un diálogo, pero sin palabras". Obaky continuó: “Lucas le dice a Nao que solo piense. Que piense más allá de las letras. Que piense y responda si está ahí. Si quiere comunicarse”. Ya no hará falta deletrear. No a los alfabetos de artificio. Solo pensar y sentir. Lucas solo tiene que oficiar de intérprete. Como cuando se habla con un extranjero: “entendí esto”. Lucas le dice esto a Nao, pero con el pensamiento. Nao entonces confirma o —en caso de ser errónea la interpretación de Lucas— cambia el tono mental. Como cuando se ensayan nuevas palabras para transmitir la misma idea. Diálogo mental. Sin palabras. A puro pensamiento. A puro sentimiento. Danza telepática.
Han pasado
meses. Años. Obaky ganó el Nobel. El título del paper fue: “Transducción
telepática cerebro a cerebro anterior a la encodificación verbal." Se
trató de uno de los trabajos científicos más citado en la historia de la
ciencia. Casi como el original de Watson y Crick sobre la doble hélice del ADN.
La última
vez que Lucas y Obaky se vieron fue en las cataratas. Obaky contemplaba
exultante. Maravillado.
Lucas se
conecta todos los días con Nao. A la mañana, a la tarde, a la noche. Bluetooth
y la nube. Ciberespacio. Pero hay algo más. Danzas telepáticas para acariciarse
las almas. Como delfines en el cielo. Nao y Lucas caminando de la mano. Como
cuando iban al río. Ahora cantan con la mente. A pura emoción. Cataratas de
amor. Se tocan con el alma. Se acarician. Bailan. Hacen el amor a puro cielo.
Para siempre.
Para siempre.
FFG
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